miércoles, 24 de marzo de 2010

"No es que nosotros hayamos sido buenos. Sino que los que vinieron después fueron tan malos que nos dejaron como buenos a nosotros"

Nadie puede dudar de la sabiduría innata que siempre tuvo el General Perón. Pasan los años y aún sigue enseñándonos cosas. Sus hechos, sus frases, sus libros, su obra, impactan en todas las realidades nacionales sin importar qué tiempo sea y sirven para un análisis más atinado.

Perón dijo "no es que nosotros fuimos tan buenos, sino que los que vinieron después fueron tan malos que nos dejaron como buenos a nosotros". Lo dijo en referencia al país anti república que sucedió a sus gobiernos a partir de 1955 cuando militares y radicales aceptaron la proscripción del mayor partido de masas de América Latina y se sucedieron durante 18 años signados por la ilegalidad y la represión.

Quienes hablaban del peronismo como una versión local del fascismo no tuvieron empacho en fusilar, perseguir, encarcelar, proscribir. El odio los llevó a tirar por la borda la mayoría de las conquistas sociales que el General Perón le había brindado a las clases postergadas por un conservadurismo ortodoxo que repartía inequitativamente las ganancias y se sucedía así mismo en el poder utilizando el fraude patriótico (lo que se conoce como Década Infame).

Pues bien, todos ellos, quienes gobernaron en los 18 años de lucha, hicieron del peronismo la versión más feliz de la historia reciente. En fin, Perón culminaría como el menos malo y el que arribaría, ya viejo y sabio, al país para tratar de conciliar a los argentinos como lo había hecho a partir del eterno 17 de octubre de 1945. Es esta otra historia. El punto es que la citada frase del General puede tomar hoy día, nuevamente, vida y fuerza.

Hace diez años que Carlos Menem dejó de ser el presidente de los argentinos. Fue, por elección popular, quien más ostentó este cargo en 200 años de historia y el único que completó su mandato desde 1928 a la actualidad.

En estos diez años, la clase política que lo reemplazó hizo lo que pudo para denostar a la década de los 90 como la culpable de todos los males; sin embargo, sería loable hacer una comparación entre cómo estábamos y cómo estamos.

Es decir, entender si la Alianza, opción no corrupta y ética, compuesta por peronistas descarriados y liderada por un hombre sin personalidad ni carisma, fue un progreso o un retroceso en cuanto al menemismo que venía a suplantar. Con el caso Banelco, la profundización de la recesión, el impuestazo de Machinea y los 30 muertos en Plaza de Mayo, queda claro que esta falacia que apenas pudo mantenerse dos años no fue sino el grave error y el principio de la destrucción de los partidos políticos.

Diciembre de 2001 no solo estaría marcado por el estallido social y el que se vayan todos sino por el doble golpe institucional que sufrió nuestra aún joven democracia. Fueron dos golpes devaluacionistas de los cuales Alfonsín y Duhalde participaron activamente. Los grandes grupos económicos bramaban por la devaluación y por licuar sus deudas en dólares. Con De la Rúa, $1 seria U$S 1. La "mejor policía del mundo" no hizo nada para detener a los militantes bonaerenses que en nombre del "hambre" saqueaban casas de electrodomésticos y arruinaban a trabajadores iguales a ellos, o con un poco más. La ineficiencia de De la Rúa y su pésima imagen hicieron que su gobierno caiga mas por decantación que por otra cosa, pero innegable es que quien le dio el empujón final tiene nombre y apellido y será, más temprano que tarde, el padre de la bestia.

Rodriguez Saa, un peronista con buena imagen y eficaz gobernador de San Luis, asumió entonces la presidencia provisional de la República, hasta el llamado a elecciones que sería en marzo de 2002. No se podía esperar tanto. La conspiración estaba en marcha y la traición de varios gobernadores peronistas, entre los que estaba Néstor Kirchner, orquestada por Eduardo Duhalde provocaron un nuevo vació de poder, y el puntano abandonaría la banda presidencial lejos de la Capital, viendo saboteado su gobierno, pero Adolfo no tenía pensado abandonar la convertibilidad, pues esto solo seria sinónimo de genocidio social.

El primero de enero de 2002 se inicia en el país la fase populista, y comienza el retroceso económico (el social había empezado con la Alianza) de los logros obtenidos durante el menemismo. La megadevaluacion-corralon-pesificación dejó como saldo el salvataje burdo de la banca internacional y de los grandes grupos económicos (entre ellos Clarín y Techint) y la pobreza del 57% de los argentinos, la más alta de la historia, con un desempleo abierto del 25%. La miseria inundaba al país.

Esa década de gloria que supimos conseguir, la cambiaron por un eterno sufrir. De nuevo el flagelo de la inflación. Y otra vez Perón. Ahí está el General y su doctrina, latente. "Mientras los salarios suben por las escaleras, los precios van por el ascensor". El ascensor que había estado fuera de servicio durante más de diez años de estabilidad había sido reparado y puesto a funcionar de nuevo para crear más y más pobres. Con esto ganaban los sectores exportadores, la UIA tenía por fin su "tipo de cambio competitivo". Como correlato, el hambre estructural nunca visto y los salarios reales por el suelo.

2003 era la oportunidad para elegir entre lo bueno y lo malo. Claro que estas categorías se mezclaban bastante. Por un lado, Menem y todas las medallas de sus gobiernos con los cuales (en lo relacionado a la economía) la mayoría de la sociedad acompañaba. Del otro, todo el aparato del conurbano con Clarín (que había conseguido la Ley de bienes culturales) de su lado fogoneando al delfín santacruceño. Duhalde se había encargado de destruir el PJ en el Congreso de Lanús y evitar la instancia de internas. La jugada estaba hecha. Lo ideal hubiese sido una segunda vuelta entre Menem y López Murphy. La cara podía ser distinta pero el enfoque económico era el mismo, pero no fue así, Kirchner llegaba a la presidencia con apenas el 22% de los votos. El autoritarismo populista estaba, ahora sí, instalado. El presidente de facto, Eduardo Duhalde, el padre de la bestia, sería traicionado por su delfín, así como este había traicionado antes a Carlos Menem, quien lo había llevado a la vicepresidencia en 1989 y a ser gobernador de Buenos Aires durante 8 años.

Néstor Kirchner instauró un modelo de confrontación política que llevó al país al absoluto aislamiento internacional. Se proclamó como epopeya nacionalista el pago por adelantado y en efectivo al FMI (utilizando reservas del BCRA, en contra del estatuto de tal entidad). De pagar 4% anual, por el financiamiento del maléfico FMI, el país paso a pagar la tasa bolivariana y socialista de 15% anual que el Comandante y Dictador Chávez enviaba desde el norte, a veces con giros legales, a veces con valijas voladoras para financiar campañas espurias. Lo cierto es que la tan criticada corrupción menemista no solo no desapareció durante el populismo sino que se multiplicó. Nadie duda que en apenas seis años, el gobierno de los Kirchner tuvo más corrupción que el de Menem en diez años y medio.

Mientras el cuento y el discurso progresista enamoraba a la izquierda caviar (cómplice de este proceso), la gente seguía sin cubrir sus necesidades básicas. Apenas tres años después de iniciado "el ciclo de crecimiento más exitoso de la historia argentina", los cuellos de botella arreciaban por doquier, y el ajuste volvía por donde más duele: el bolsillo de los trabajadores. La inflación, producto de una equivocada política económica que promovía el consumo bobo sin fomentar la productividad, comenzó a echar para atrás la pequeña mejora social del ciclo 2003-2006. Este último año fue el mejor de la era K. La pobreza allí alcanzó al 26% de los argentinos, es decir, la misma que existía en el país en 1999, cuando Menem finalizaba su mandato. Más claro aun, seis años después de haberse ido del poder, nadie había podido tener menos pobres que Menem, el supuesto culpable de todos los males.

Así, el espejismo K se fue terminando y los conflictos sociales se fueron multiplicando. La aplicación de impuestos distorsivos (retenciones a las exportaciones) llevó a una conflictividad social de división jamás vivida durante el gobierno de Menem ni de ningún otro presidente en la democracia. Era medio país contra medio país. Poco a poco la balanza se fue inclinando hacia el lado de lo que se denomino como "el campo" y el gobierno en vez de aceptar su incoherencia económica, utilizando anteojeras ideológicas, veía conspiraciones golpistas y grupos de tareas. Entre tanto destruyeron organismos estatales como el INDEC o la SIDE, utilizaron el ANSES como medio de financiamiento por no tener acceso al mercado internacional de capitales (producto de aquella patriada del pago de 10 mil millones de dólares). Se estatizaron las AFJP (utilizando los fondos para financiar la campaña electoral de este año), Aerolíneas Argentinas (una empresa eternamente deficitaria y corrupta que le demanda a las arcas nacionales ¡¡entre 6 y 8 millones de pesos por día!! ¿Qué peronista de ley aceptaría mantener una empresa de esta magnitud existiendo en el país 14 millones de pobres? ¿No sería más eficaz destinar esos fondos a combatir el hambre?, ¿a mejorar la educación o la salud? ¿Acaso es preferible sostener una empresa que utiliza la clase media-alta? ¿O los pobres vuelan? ¿O tal vez van en tren bala?).

Los Kirchner practicaron a lo largo de este periodo un montonerismo no montonero (porque en los 70 no lo eran y durante la dictadura solo se enriquecieron gracias a la circular 1050 de Martínez de Hoz, cobrando tasas usureras y haciéndose de varias propiedades), un peronismo no peronista (porque se apartaron de la doctrina y de su obvia actualización tratando de mirar el siglo XXI como si fuese 1946), y un progresismo sin progreso (porque solo llevaron al país a perder el poder económico y político que había adquirido en la década anterior).

La diferencia entre el 10% que más gana y el 10% que menos gana, que en la década del 90 era de 22 veces, actualmente es de 28. Los índices de pobreza son 10 puntos porcentuales mayores a los del gobierno de Menem en promedio (pensar que en 1993 solo el 16% de la población era pobre, el mejor índice en 25 años). La indigencia actual es del 12%, y la recesión no augura mejoras en un futuro inmediato.

Después de todo lo que se dijo, lo que se escribió, lo que se trató de imponer, han pasado diez años, nadie pudo mejorar lo hecho por Menem, por el contrario, de una u otra manera lo empeoraron. En lugar de tomar lo bueno de la década del 90 y continuarlo, apartando los errores (algo que por caso hizo Lula da Silva con Fernando Enrique Cardoso y no de casualidad Brasil es hoy una potencia mundial que nos ha sacado varios cuerpos de ventaja) se trató de refundar el país.

De hacer todo de nuevo, todo lo contrario. Se impuso que aquello estaba mal. Se habló de falsos neoliberalismos y traiciones. Pero "mejor que decir es hacer y mejor que prometer es realizar". Mucho hablaron y poco hicieron. Y, volvemos al principio, no es que Carlos haya sido la octava maravilla, sino que quienes lo reemplazaron fueron (y son) tan malos que lo dejaron bueno al riojano. Tenemos la oportunidad final, el último grito sagrado, en 2003 elegimos el camino de la derrota, 2011 nos espera y ahí está Menem, una vez más, por última vez, como nos salvó en 1989, listo para rescatar nuevamente al país de las llamas. En nosotros, peronistas y argentinos, estará saber elegir correctamente esta vez o continuar por el sendero de la decadencia.

miércoles, 17 de marzo de 2010

El nuevo rol protagonico de Carlos Menem

Cuando todos creían que su vida política se había extinguido, el Rey de Anillaco, revivió de entre las cenizas y se puso al frente de la escena política. En la tapa de los diarios. En los títulos de los informativos. En el boca a boca.
Estamos hablando de alguien que aprendió directamente del General Perón. Ningún improvisado en la materia. Muchos creyeron que podían ignorarlo. Y lo hicieron. Que podían insultarlo. Y, con sus actitudes, lo hicieron. Pero el tiempo pone las cosas en su lugar. A cada quien en su sitio. Y los grandes, son así todos ellos. Un día, todos necesitaron del innombrable. Todos lo nombraron. Todos pidieron por él. Que vaya. Que no vaya. Y Menem les dio una lección. A un Presidente democrático se lo trata con respeto. Se le pregunta. No se le exige. Se le sugiere. No se le impone. Se lo consulta. Es un estadista. En medio del revuelo institucional y los dimes y diretes. Los planes de venganza de una oposición sin ideología firme ni propia y las ideas de un kirchnerismo moribundo por mantenerle poder absoluto, se vieron a un costado cuando la banca de la parte baja del sector izquierdo de la Cámara de Senadores estaba vacía. Carlos no fue. Se quedo jugando al golf en La Rioja. Rápidamente el monopolio multimediatico lo ataco con furia. Aprovecho su poder y denuncio un “pacto Menem-Kichner” ignorando que el primer opositor al populismo autoritario fue Menem. Era opositor cuando ellos, Clarín, eran los mas oficialistas. Comían en la Rosada. Planeaban gobiernos de 20 años. Socios del poder santacruceño. Ahora denunciaban al gran Procer riojano de pasarse al bando de enfrente. Carlos respondía, con la sabiduría que heredó de ese Gran General. “Nadie me llamó de la oposición. Mi único amigo es el peronismo”. Lo dijo conferencia mediante. Vestido de sport. Con una gorrita de River que cubría las canas no teñidas de esa semana. Lo dijo de manera tenue. Pensante. Cuidando las palabras. Pero siendo certero. “Yo no soy una cosa que se usa. Yo soy una persona y mucho mas inteligente que todos los que están en el Senado. Por algo fui elegido dos veces Presidente de la Nación”. Estocada durísima para todos esos que lo criticaron tanto tiempo. Los radicales y los socialistas. Los primeros, inútiles gobernantes. Los otros, antipueblo con ideas extranjeras. Les duela o no Carlos tuvo el pueblo. Millones lo amaron. Eso jamás podrán decirlo otros. Ahora Menm era el centro. Las cosas estaban en su lugar. Tenían que negociar con Menem si es que querían el quórum y las comisiones.
Menem fue pillo y se acomodó de manera inmejorable. Estos son sus nuevos cargos

COMISIÓN- CARGO QUE OCUPA

De asuntos constitucionales- Vocal
De presupuesto y hacienda- Vocal
De asuntos administrativos y municipales- Vocal
De defensa nacional- Vocal
De acuerdos- Vocal
De ciencia y tecnología Vocal
Parlamentaria conjunta argentino-chilena- Vocal
Parlamento del mercosur ley 26.146- Miembro titular

De esta forma, con la prensa de nuevo en su búsqueda, Menem aprovechó para lanzarse otra vez como candidato. Retrasó el acto inicialmente previsto para el 20 de Marzo. Habló de agosto. De pelear por adentro del Partido Justicialista. Su fe ciega intacta. “Voy a sacar un 30% de los votos”. A pesar de sus problemas de salud que lo aquejan y ni siquiera le permiten asistir al Senado en oportunidades. Ahí estaba él. Con el último atisbo de gloria. El ultimo grito sagrado. Por unos días la escena lo tuvo de nuevo como protagonista. Sonriente. Con poder. Con decisión. Con lo poco que le queda. Con esa llama que aun no se extingue del todo. Aun pelea por un país mejor. Como toda su vida. Como lo hizo desde la sombra cuando el peronismo fue proscripto. Como lo hizo en su provincia en tres oportunidades. O enfrentando a la dictadura que lo persiguió y apresó durante cinco años y medio. Como Presidente de la Nación. Ahora como Senador.